En el bicentenario de Florence Nightingale

Articulo Aragón Panés

Ahora retomamos medidas higiénicas preventivas tan sencillas, y eficaces a la vez, como el correcto lavado de manos

Parece como si el destino hubiese estado esperando el bicentenario del nacimiento de Florence Nightingale (Florencia 1820) para recordarla aún más en este Año Internacional de la Enfermería y en medio de esta pandemia de la Covid-19 que nos maltrae. Y también, por supuesto, para recordar sus conceptos y nociones sobre Salud e Higiene Pública tan presentes como necesarias en nuestra actualidad más próxima. Ahora, parece que hemos regresado a centurias pasadas, al siglo XIX, descubriendo diminutos seres invisibles, microorganismos infecciosos, agentes patógenos… Ahora retomamos medidas higiénicas preventivas tan sencillas, y eficaces a la vez, como el simple y correcto lavado de manos instaurado, en 1847, por el doctor Semmelweis. No fue Nightingale la precursora, pero sí la continuadora de esta práctica aséptica que, entre otras medidas, evitó infecciones tanto en pacientes como en profesionales de la Salud, de enfermedades mortales como el cólera, la disentería o el tifus. 

A los 17 años sintió la llamada de Dios y decidió dedicar su vida al cuidado de los más necesitados. Estudió y practicó la enfermería en el hospital Kaiserswerther Diakonie, en Alemania, con las famosas diaconisas. Regresó a Londres en 1853 como superintendente del Institute fort de Care of Sick Gentlewomen. Pero no fue hasta 1854, en la guerra de Crimea, cuando puso en práctica sus conocimientos sobre Higiene y Salud en un hospital militar de campaña en Escutari (Turquía), junto con 38 enfermeras. Con ellas consiguió que disminuyera el número de soldados ingleses fallecidos por procesos infecto-contagiosos empleando medidas preventivas higiénicas. Además, en la noche, atendía y consolaba a los enfermos alumbrándose con una lámpara. De ahí su sobrenombre: “la dama de la lámpara”. A su vuelta de Escutari, convertida en heroína, demostró a través de estadísticas –de la que fue pionera– la necesidad de emplear sus métodos higiénicos-sanitarios a los pacientes de otros hospitales de la Inglaterra victoriana de su época. En 1860 escribió su famoso libro, “Notas sobre enfermería, qué es y no es”, y fundó la primera Escuela de enfermeras en el hospital Saint Thomas de Londres. Su método de estudio y prácticas influyó en otros países. Y Henri Dunant reconoció su gran aportación a la fundación de la Cruz Roja. Ella misma, antes de fallecer en 1910, creó la Cruz Roja Británica. Florence Nightingale fue la primera gran teórica de la enfermería moderna. Y es, sin duda alguna, una figura compleja, preeminente y extraordinaria que dejó su gran huella en el ámbito de la Salud Pública. Hoy enfermeras/os mantenemos viva su memoria, la llama de su lámpara, ante el dolor y la enfermedad ajena.

JOSÉ LUIS ARAGÓN PANÉS

Antropólogo