Otros Sancti Petri

La introducción de alijos de estraperlo, tabaco o drogas, ha sido una constante a lo largo de la historia

La marea en bajamar ha permitido al fotógrafo mostrarnos a estos faluchos atracados al viejo muelle del Consorcio, en el poblado de Sancti-Petri. Resalta la distancia del cantil del muelle a la cubierta de las embarcaciones, la carrera de mareas en el caño adquiere gran importancia en el momento de cargar y descargar las embarcaciones o de subir a bordo, en nuestro caso de un muelle no adaptado, esta circunstancia se transforma en muchas ocasiones en un importante problema.


Siempre hubo una pequeña flota de embarcaciones medianas y pequeñas que se dedicaban y dedican aún a la pesca de una manera profesional o semi-profesional, son embarcaciones polivalentes, no especializadas para una sola pesquería, practican la pesca al cerco de manera temporal, para las capturas de caballas, boquerones y jureles, aunque también utilizan durante el año, otros modelos de artes, para capturar todo tipo de peces, cefalópodos y moluscos, como arrastre, trasmallo, palangre y nasas.


El Sancti-Petri deportivo, tal vez por su incompatibilidad con los movimientos de las embarcaciones del Consorcio para desarrollar sus actividades, tardó demasiado en instalarse, debieron de pasar cuatro años desde la última vez que se caló la almadraba “Punta de la isla” para que el Club marítimo deportivo Sancti-Petri se inaugurara oficialmente, corría septiembre de 1975.

Las características geográficas del caño de Sancti-Petri, su longitud, anchura y, sobre todo. la tupida red de pequeños caños que penetran en infinidad de rincones de tierra firme, aunque marismeña, siempre han tentado a muchos y a lo largo de los tiempos a desarrollar actuaciones relacionadas con el estraperlo y el contrabando.

Ya en el siglo XVII la reina Mariana de Austria le exigía al Duque de Medina Sidonia el control de los “fraudes que se hacían e intentaban hacer con la introducción de partidas de ropas procedentes de Francia por el río Sancti-Petri, burlando la Aduana de Cádiz y almacenándolas en Chiclana”.
Desde entonces la introducción de alijos de estraperlo, tabaco o drogas ha sido una constante, así como la necesidad de una ardua vigilancia de la entrada atlántica del caño.


No obstante el servicio que durante más tiempo ha perdurado y que se ha facilitado desde esta península chiclanera ha sido el de la barca de pasaje que realizaba el transporte de mercaderías de una margen a otra del caño, desde el fondo más al norte de Sancti-Petri. Esta comunicación era parte de la vereda Real de Cádiz a Cónil y ya a finales del siglo XV, su explotación producía una renta señorial al Ducado de Medina Sidonia. Aunque su importancia comenzó a decaer, a principios del siglo XIX, con la apertura del camino por tierra hacia San Fernando cruzando el caño del Zurraque, aún hoy los muy mayores conocedores de aquel entorno lo designan como “la barca”, incluso recuerdo, como anécdota a un novillero chiclanero que se hacía llamar “el niño de la barca”.