Epidemias en Chiclana: de la peste negra al coronavirus

Peste negra en Chiclana

A lo largo de su historia, la localidad ha sufrido el azote de la fiebre amarilla, el cólera, la difteria..

Una de las estrofas que más me emociona del “Himno a Chiclana” es aquella que dice: “Cuando sombras de ruina / tus horizontes nublaron, / dignos tus hijos lucharon / con esfuerzo sin igual…”. Me emociona porque dice mucho de nuestro carácter trabajador y perseverante. Ahora es el momento de demostrarlo una vez más. Todos tenemos que luchar codo con codo y unidos ante esta epidemia del coronavirus Covid-19 que ha invadido a nuestro país. Ahora más que nunca debemos sentirnos más solidarios y más responsables e impedir que el virus avance. ¡Quedémonos en casa! En Chiclana lo estamos consiguiendo, pero todavía faltan muchos días para decir: ¡lo hemos logrado! Solo así, respetando las normas de cuarentena dictadas por nuestras autoridades, venceremos a esta nueva epidemia como tantas veces hemos hecho los chiclaneros a lo largo de nuestra historia. Hagamos un rápido y breve bosquejo histórico.

La aldea yerma que Fernando IV donó a Alonso Pérez de Guzmán, el Bueno, pasó en 1348 su primera epidemia de peste negra; desconocemos su incidencia en la población, pero si sabemos que acabó con un tercio de los habitantes de Europa. Siglos más tarde, en el año 1507,la peste negra se instaló en Chiclana durante dos años con un notable descenso demográfico. La peste volvería a aparecer en 1570. En aquella ocasión se dictaron severas normas de aislamiento; se tapiaron las calles y se suspendió el servicio de la barca de Sancti Petri. Al finalizar el siglo, 1596, de Cádiz llegó una virulenta epidemia de peste que alcanzó a muchos habitantes de la villa y no estuvo limpia de ella hasta 1603. 

A principios del siglo XX, en 1919, tuvo lugar la peor de todas 
las epidemias, la gripe española

JOSÉ LUIS ARAGÓN PANÉS

A mediados del siguiente siglo, en 1648, llegó la más devastadora de todas. En las actas capitulares hallamos: “Acordose que por las nuevas que cada día se tienen desta enfermedad de contagio que padece la ciudad de Cadiz y se dice es peste declarada (…) se ponga una guarda en la barca de Santi Petri, para que no permita, que besino desa ciudad pase a dicha barca”.

Así mismo, se acordó que en el muelle de Bartivás y en otras partes públicas de la villa se pregonase que no se admitirían: “ropas, lienzos u otras mercancías y pasajeros que procediesen de los lugares infestados”.

En marzo del siguiente año se instaló un hospital de apestados en la antigua casa de uno de los alcaldes ordinarios de la villa, junto a la ermita de San Sebastián. Dos años después, la villa quedó limpia de peste.

La epidemia de peste de 1676 se cobraría menos vidas, sin embargo, su duración fue mucho mayor, hasta 1685. El Cabildo habilitó un lugar de cuarentena para los que llegasen de otros lugares en el lugar llamado del Resbaladero, cercano a la ermita de Santa Ana. El alcalde de la mar era el encargado de inspeccionar y registrar a toda embarcación que llegase del puerto de Cartagena, lugar donde se había producido el brote, o de cualquier otro puerto incluido el de Cádiz. 

No tenemos noticias exactas de la epidemia de tifus de 1683 que azotó Andalucía y las dos Castillas; desconocemos su incidencia en Chiclana al no existir las actas capitulares de ese periodo en nuestro Archivo Histórico Municipal. No fue así, la siguiente epidemia de peste, la de 1709 –una de las peores– en la que murieron 538 vecinos. Además, el hambre –por la falta de trigo–, la miseria y la falta de nuevas inversiones de capitales y negocios de los cargadores a Indias de Cádiz, hizo disminuir la población. Y todo ello sin contar con la obligada servidumbre de la guerra de Sucesión.

Casi un siglo después, en 1800, una epidemia de fiebre amarilla o “epidemia grande” asoló la villa falleciendo 1.200 personas, incluso murió el corregidor. El cementerio el Egido se saturó y hubo que buscar espacio para habilitar uno nuevo, sin embargo, no llegó a construirse. Fue la peor y más terrible epidemia conocida.Durante la ocupación francesa, la bahía gaditana fue amenazada por la peste de Esmirna. Hubo contagios en la capital, pero la Isla de León y Chiclana estuvieron exentas de ella. Las medidas preventivas de limpieza de calles y hogares ordenadas por los franceses salvó a la villa.

En 1800, la fiebre amarilla acabó con la vida de 1.200 personas, incluso murió el corregidor

JOSÉ LUIS ARAGÓN PANÉS

En aquel siglo fueron varias las epidemias de cólera morbo asiático. No obstante, la población se mantuvo inmune a ellas gracias a que se limpiaban las madronas de los caños, y se tapaban las compuertas que daban al río abriéndose cuando subía la marea. De esta manera la bajamar arrastraba las inmundicias y las aguas fecales alejándola de la ciudad. Así, en el verano de 1884 llegó a España un brote de cólera surgido en Tolón. 
 La Junta Local de Sanidad tomó diversos acuerdos para contener el mal del contagio: “… limpieza de los focos de infección que hay en el río (…) limpieza general y constantes de las calles”.

Se prepararon barracones o lazaretos retirados del pueblo, “con todos los utensilios que fueren preciso, para el desgraciado caso de que invadiese á esta población el contagio”. Chiclana fue una de las poblaciones menos afectadas de la provincia.Al verano siguiente, el cólera morbo asiático pululaba de nuevo por el país contagiando a cuarenta y seis provincias. Las poblaciones gaditanas infectadas más cercanas a Chiclana fueron la ciudad de Cádiz y la villa de Puerto Real. De nuevo la ciudad salía indemne de una epidemia.  A finales de aquel siglo (1896-97), una epidemia de difteria azotó a la población infantil de la ciudad. También hubo viruelas. 

En el segundo decenio del siglo XX, 1918-1919, la peor de todas fue la de la gripe española. También hubo tifus, escarlatina, sarampión y varicela. Más reciente aún, a fines de los 70, una epidemia de sarampión. Se trataba con antibióticos y con colirios; los más antiguos ponían una planta –la ruda– en la cabecera de la cama del enfermo y le ponían una prenda de vestir roja. El cambio sociocultural fue modificando estas costumbres y las vacunas acabaron con las infecciones exantemáticas; apareció la vacuna de la gripe imponiéndose en la cultura sanitaria de la ciudadanía. 

En los 80 llegó el Sida –Virus de la inmunodeficiencia humana– y después la gripe aviar, con su fugaz vacuna. Ambas se dominaron. En los últimos decenios se han superado barreras científicas y tecnológicas, pero no hemos sido capaces de vencer a los virus: ¡de momento! Ahora, a principios del siglo XXI, nadie podía prever que una pandemia de estas dimensiones llegaría a infectar, enfermar y hacer morir a miles de personas en todo el planeta; nos ha cogido a contrapié. No obstante, vamos a detenersu expansión.Y recordar otra estrofa de nuestro himno: “Salve Chiclana / pueblo potente /pueblo animoso / jamás vencido por el dolor”.

JOSÉ LUIS ARAGÓN PANÉS

Antropólogo