Una casa salinera

Patrimonio de la arquitectura popular, de lo más autóctono que se desarrolló en la marisma gaditana entre finales del siglo XIX y principios del XX

Texto: José de Mier Foto: Pedro Leal

Reconozco mi desconcierto con esta fotografía, tal vez desde el punto de vista de la técnica fotográfica se puede considerar como muy interesante por los claro-obscuros que la situación del foco de luz consigue en una estructura con tantas líneas verticales y horizontales en planos que se entrecruzan.


Desde luego, en cuanto a la belleza de la imagen a fotografiar en este caso se nos muestra lo más feo, lo escondido en la parte trasera de una preciosa casa salinera del primer tercio del pasado siglo que sin lugar a dudas tiene ángulos desde donde observarla de mucha mayor hermosura.


Se puede interpretar también como una foto-denuncia del abandono y despreocupación de un patrimonio de arquitectura popular de lo más autóctono que se desarrolló en la marisma gaditana durante el final del siglo XIX y el primer tercio del siglo XX.


Se nos reproduce, en esta ocasión, la parte menos agradable, más abandonada y peor tratada de la casa salinera, que aún se conserva, del “coto de la isleta”.


De agresión al sentido común se puede considerar la solución que se adopta para conseguir un cutre porche utilizando de paramentos laterales dos de los contrafuertes de la edificación, colocando en el centro del espacio una enorme pilastra, para el poco peso que soporta y cubriéndolo con una indecente techumbre de “uralita”.


El buen gusto del constructor vaciando los contrafuertes con huecos rematados por un pequeño y gracioso arco, se destroza al intentar transformar el espacio en un zaguán e incluso la techumbre de fibrocemento ha matado y escondido el bonito adorno que embellece el dintel de la pequeña puerta trasera.


Tanto desbaratar para tan solo conseguir un sitio donde concentrar lo que va sobrando por inservible: un colchón viejo sobre el muro de fondo, un carrillo de mano cansado y viejo de trabajar, medio bidón de aceite para quemar leña en invierno y un viejo lebrillo, resulta casi inexplicable.
Estos contrafuertes exteriores en estas construcciones sobre la marisma, no solo ayudan a crear vistas y sombras elegantes, sino que son recios transmisores de esfuerzos de los muros estructurales a las difíciles y complicadas cimentaciones sobre los terrenos fangosos.


Tras otro saliente de la estructura principal podemos observar como se ha adosado un pequeño gallinero, tal vez este saliente es una de las paredes de la aljibe, con su aliviadero visible por encima de la destartalada casa de las gallinas.


Los aljibes de estas casas siempre están sobre la superficie del terreno, para impedir la contaminación de sus aguas, y hacia ella se dirigen las canaletas de azoteas y tejados para conseguir almacenar, en todo lo posible, la escasa pero imprescindible agua de lluvia.


El pequeño rezón apartado y aparcado tras el gallinero, seguro que sigue oliendo a agua salada y tal vez aun contenga algo del mágico lodo de los fondos del caño Santi-Petri.