Tiempo de atún rojo, tiempo de festejar y recordar

En estos días en los que las almadrabas gaditanas, sus copos, celebran la llegada, milenaria, de los gigantes de plata, de los atunes rojos; Chiclana, esperanzada con la recuperación de su almadraba, echa la vista atrás para recordar que fue aquí, en sus aguas y en esa mágica lengua de tierra llamada Sancti Petri, donde este sector escribió algunas de sus páginas más relevantes.   

Y es que pocos espacios evocan tantos sentimientos e historias para quienes, ya sea desde el mar o en tierra firme, sienten muy dentro lo que ha significado y significa esa ancestral arte de pesca llamada almadraba como esta pequeña península.  

Localizada en uno de los enclaves más míticos e históricos que dan forma al  litoral gaditano, Sancti Petri fue escenario de algunos de los episodios más gloriosos de este arte, aquellos que tuvo como protagonista destacado al Consistorio Nacional Almadrabero.

Así, a lo largo de casi medio siglo, manos gaditanas, onubenses y de otros puntos de la Península Ibérica arrancaron a la mar toneladas de atunes. Una agitada y floreciente actividad que tuvo su fiel reflejo en tierra, en el poblado, con una frenética actividad conservera que benefició a cientos de familias durante largas épocas. 

Fue en 1973 cuando, además de la carne de sus atunes, los números de la contabilidad del Consorcio se tornaron rojos, provocando el cese de la actividad y el abandono paulatino del poblado, de sus casas, instalaciones, escuela, chanca, etc. Desde entonces, el bullicio dio paso al silencio, el progreso al abandono y la actividad a la ruina. Todo ello entre el lamento generalizado de los chiclaneros, emocionalmente muy vinculados a la península.