Emerge el dios Melkart

Su figura, reproducida por el artista Antonio Mota, regresa a esos paisajes en los que los fenicios dejaron su eterna huella, las primeras de Chiclana

En estos días, Chiclana vuelve la vista atrás para recuperar aquel pasado que, allá por el siglo VI antes de Cristo, dio lugar a sus orígenes y que, procedente del mar, comenzó a escribir una de las civilizaciones más brillantes de la historia, la fenicia. Son diez las huellas que vuelven a cobrar vida a lo largo y ancho del término municipal, indicando todos aquellos pasos que los fenicios siguieron para fundar el asentamiento que hoy conocemos como Chiclana.


Historia de gran atractivo e interés turístico y cultural que, como se ha podido disfrutar en el Centro de Interpretación del Vino y la Sal y ya se observa en algunos de sus emblemáticos espacios, está ‘narrada’ por la divinidad fenicia conocida como Reshef Melkart, a la que, con gran acierto y maestría, ha dado vida el escultor Antonio Mota.


Licenciado en Bellas Artes por la especialidad de escultura en la Facultad de Santa Isabel de Hungría de Sevilla, este isleño, que con sus manos, conocimiento y, sobre todo, pasión por Cádiz y su historia ha gestado bosques de musas, la conocida cobijada de Vejer y, fruto de su pasión por el flamenco, hasta ese genio de nombre Camarón de La Isla, ha sabido reflejar en su obra la majestuosidad y belleza de esos esbozos que, como el mismo recuerda, “aparecieron en Sancti Petri sobre el dios Melkart“. Eso sí, humanizando a tan destacado personaje.


Será él, el dios Melkart, el que nos guíe por una ‘Chiclana, de origen fenicio’ que se inicia en la playa de La Barrosa, frente a la Torre del Puerco, donde se sitúa el primer mirador circular, con el inevitable simbolismo con la cultura fenicia, del círculo, de la esfera planetaria, vinculada a la navegación y la astronomía. Allí se sitúa la primera figura identificativa.
A partir de aquí se están colocando diversas unidades de esa misma escultura siguiendo la travesía de las naves fenicias en el siglo VII antes de Cristo, cuando probablemente alcanzaron las costas gaditanas.


Así, la ruta continúa por la Primera Pista de La Barrosa, la playa de Sancti Petri, el poblado pesquero, la salina de Carboneros, la salina de Santa María de Jesús, el Puente Azul, el propio río Iro a la altura del Puente Chico, el Puente Grande y, finalmente, la avenida Reyes Católicos.


“De joven creía que Chiclana era un pueblo sin historia. Por eso, cada vez que he podido, he hecho todo lo posible para incorporar toda esa historia que era desconocida. Había que sacarla a la luz, de ahí el conjunto de actuaciones públicas que hemos llevado a cabo para complementar la oferta de sol y playa y de espacios naturales”, señala el alcalde de Chiclana, José María Román.