Todo depende del cristal con que se mire… también Chiclana

Las azoteas nos muestran esa otra cara de una ciudad que, pese a parecer inmóvil, no ha dejado de modificar su perfil y ampliar su horizonte 

TEXTO Y FOTOS: PEDRO LEAL

A veces incurrimos en el vicio, muy humano por cierto, de mirar las cosas desde un solo prisma, olvidándonos de que hay tantas realidades como miradas, como puntos de vista, como sensibilidades. Vicio del que, bien por inquietud, necesidad o puro instinto, intentamos huir quienes, como los fotógrafos, nos enfrentamos una y otra vez a ‘paisajes’ que se antojan inamovibles, casi perpetuos.

Así, llevado por ese afán de contar/captar las cosas de otra forma y enriquecer la mirada de Chiclana (la vuestra y la mía), me he aventurado a subir, a ‘escalar’ hasta las ‘almenas’ de esta ciudad de cielos amplios y cúpulas que rompen la monotonía de la cal. Y es que, como dice el sabio refranero español, ‘Desde torre o azotea, bien se otea’.

Tomo distancia y, en medio de un cielo de nubarrones, me aventuro a redescubrir desde las alturas dos de los monumentos más icónicos de la ciudad, testigos de algunos de los episodios más trascendentales de nuestra historia, la Iglesia Mayor y la Torre del Reloj, cuya cúpula y campanario, siglos después, aún ejercen su labor de ‘vigia’ , de destacados referentes en la Chiclana del siglo XXI.

Referente que lo es también la más privilegiada de nuestras atalayas, el balcón desde el que divisar la riqueza de un territorio que se debate entre viñedos, playas, esteros y pinares, la Ermita de Santa Ana.

Desde aquí, desde lo más alto del casco histórico, su aparente ‘simpleza’ arquitectónica cobra aún más protagonismo, captando en su blanca cúpula  toda la intensidad de esos rayos de sol que rompen un cielo nuboso.
Y, un poco más al centro, a orillas del Iro,  una cigüeña se recrea en un espectacular atardecer desde  la ‘torre’ de la Caja de Ahorros.