El castillo de Sancti Petri, una referencia para Chiclana

Es una referencia visual de primer nivel en Chiclana, pero la historia lo sitúa en el vecino término municipal de San Fernando. En uno u otro lugar, lo cierto es que el castillo de Sancti Petri constituye un elemento con el que tanto chiclaneros como isleños se sienten plenamente identificados, constituyendo una estampa única.

La historia es larga, muy larga. Tanto que habría que remontarse allá por el año 1610 para encontrar una primera referencia de lo que es hoy en día el castillo de Sancti Petri. En aquella lejana fecha, los historiadores sitúan la construcción de una torre-atalaya, edificación que se mantuvo solitaria hasta el siglo XVIII, cuando comienzan a levantarse las murallas y el resto del recinto. El objetivo de esta construcción no era otro que facilitar la defensa en la zona de entrada al caño de Sancti Petri, donde se situaban también las baterías defensivas de la cercana Punta del Boquerón, conocidas como batería de Urrutia, batería de San Genís y batería de Aspiroz. No obstante, esta torre-atalaya tuvo un antecedente, del que apenas hay referencias, y que se sitúa en torno al siglo XIII, cuando se apunta que fue ordenada su construcción por parte del almirante Benedetto Zacarías.

Pero para entender la historia de este enclave habría que retroceder de nuevo en el tiempo y entender que el islote de Sancti Petri, sobre el que ahora se asienta el castillo, no ha sido tal y como ahora lo conocemos a lo largo de toda la historia. De hecho, el citado islote formaba parte en realidad de la isla principal del archipiélago gaditano, que no era otra que la isla de Kotinoussa, cuyos límites llegaban a la actual ciudad de Cádiz. La acción a lo largo de todo este tiempo fue haciendo desaparecer esta vía de unión con la capital gaditana. 

Tan diferente era la zona que incluso no es de extrañar que, tiempo atrás, existiera constancia de un asentamiento humano en la zona al que se conocía por el Templo de Hércules gaditano, o de Hércules Melkart.

Aclarado este detalle, que hoy en día sirve para referirse en cierto modo y en muchos casos al propio castillo de Sancti Petri, podría entenderse mejor su casi infinita historia.

El castillo en sí ocupa hoy en día la práctica totalidad del islote, al que únicamente se puede acceder navegando, si bien con mareas extremadamente bajas sería posible ir andando desde la cercana Punta del Boquerón. Para facilitar su llegada en barco, cuenta con un pequeño pantalón artificial.

Del recinto destaca principalmente su primera construcción, es decir, la torre-atalaya, desde la que en tiempos pasados y muy lejanos se podia prevenir a la población de llegadas de visitantes indeseables. Dicha torre cuenta con muros de gran grosor, que sirven como base, ya que la construcción carece de cimientos. Entre los elementos que la conforman, destacan restos de matacanes, es decir, una caja de obra maciza y cubierta que en forma de voladizo corona la fortificación y que en este caso servia para sostener las piezas de artillería. Curiosamente este tipo de remate también podemos encontrarlo en la Alhambra de Granada.

Para complementar la torre-atalaya, en el siglo XVIII se inició la construcción de las murallas y del resto del recinto hasta agotar prácticamente el suelo disponible en este islote de Sancti Petri. El objetivo era convertir la zona en un fortín para impedir el posible desembarco de embarcaciones enemigas en puntos considerados estratégicos, como la Punta del Boquerón o la zona de entrada al caño de Sancti Petri.

Los usos del castillo de Sancti Petri a lo largo de estos siglos han sido eminentemente militares e incluso llegó a usarse como prisión, en la que tuvieron cabida algunos presos políticos de la época.

Hoy en día, sus usos se centran principalmente en el apartado turístico, pero también sirve como referencia para las embarcaciones gracias a la instalación, en 1918, de un faro eléctrico, que sirve de baliza de entrada para el caño de Sancti Petri. 

La actual construcción fue objeto de una importante mejora a través de unas obras que concluyeron en 2010 y que pusieron fin al enorme deterioro que presentaba hasta entonces debido a la acción del mar y a la ausencia total de mantenimiento durante décadas. Actualmente está declarado como Bien de Interés Cultural con la categoría de monumento.